La primera en llegar viene desde Mar del Plata (1940), utilizando esta estampilla:
Mar del Plata, Domingo … Marzo 1940.
Querido Tío,
Espero que al recibo de la presente se encuentren Usted y la Tïa bien de salud.
Aprovecho que Marcos se fue a ver la carrera – hoy se corre la Mar y Sierras, y ya sabe Usted que Marcos es fanático del Chueco Fangio-, para escribirle estas líneas y agradecerle el maravilloso regalo que nos ha hecho, Tío. Estamos pasando unos días inolvidables. Mar del Plata es lindísima, es tal como Usted nos había dicho. Paseamos mucho aunque no por el centro, la nueva rambla es muy elegante pero todavía no está terminada y no sé si usted sabe que acá nomás están construyendo un hotel gigantesco, dicen que va a ser casino también -yo me alegro de que todavía no esté listo o Marcos se gastaba ahí los pesos que ahorramos durante tanto tiempo-, el asunto es que con la obra vuela un polvo tremendo todo el tiempo que hace imposible pasear por la Bristol. Así que nos vamos a playas más lejanas pero por otro lado la verdad que mejor porque podemos disfrutar del día de playa sin tener que estar separados. Yo igual no piso el agua (Marcos dice que es helada), pero el aire de mar realmente sienta tan bien, con razón le gusta tanto a la Tía pasar las vacaciones acá, debe resultarle tan beneficioso para sus nervios.
Siguiendo su sugerencia esta mañana fui a oir misa a la Catedral, que es tan bonita. Estaba repleta de gente y me parece que muchos estaban ahí más por curiosos que por religión. Guardé para la Tía una botellita con agua bendita, se la doy a nuestro regreso junto con otros recuerditos que hemos estado preparando para Ustedes.
Ahora debo dejarlo, en media hora sirven el almuerzo, me da un poco de vergüenza bajar a almorzar sin Marcos, qué van a pensar de una recién casada almorzando sin su marido, pero para serle sincera Tío estoy muerta de hambre, raro en mí que siempre como como un pajarito, qué le parece, ¿será que a la luna de miel llegamos dos y nos vamos tres?
Reciba un afectuoso beso de su agradecida sobrina
Martita Lafalce de García
La segunda llegó 47 años después, desde Concepción del Uruguay, y quizás haya sido enviada por la nieta de Martita. O quizás, no.
Hola. Bueno, te resultará extraño recibir una carta mía después de tanto tiempo, después de tanta ausencia. Realmente no sé por qué te escribo, a veces siento esa necesidad de transmitirte mi frustración, tal vez tengo la vaga esperanza de que te sientas un poco mal vos también.
Te recuerdo poco. A medida que el tiempo fue pasando, viste como es, empecé cada vez más a olvidarme de vos. Pero a veces te recuerdo, sobre todo cuando voy al río.
Hoy Alberto me prestó la lancha y fui a Cambacuá. No iba desde el verano pasado, y estaba hermoso. El río bajo, la isla enorme, el agua calma y planchada. Me quedé toda la tarde y hasta que el sol empezó a caer, y viste como se pone el sol en el río… y entonces me acordé de vos. Cuando volvía, como una especie de homenaje, miré la Stella Maris, que está ahí, como única testigo de que te fuiste.
Qué suerte que te fuiste. Te confieso que me hiciste, en parte, un favor. Cuando estabas acá me parecía que eras imprescindible, pero cuando te fuiste, me di cuenta de que en realidad no representabas nada más que vacíos en mi vida. Fue una sorpresa notarlo, no te lo niego. Yo esperaba un cambio brusco, y mi rutina no se modificó. Fue ahí cuando noté lo poco que intervenías en mis cosas, lo poco que nos acompañábamos. No te culpo, siempre ocupado con tus cosas importantes, y yo, qué se yo. Yo lo aceptaba.
Te extrañaba al principio, pero noté que era la idea de que estuvieras en casa lo que extrañaba. Como si me hubieran robado un mueble, dejaste el espacio que ocupabas, y eso extrañaba yo. Mirar para tu rincón y verte ahí, silencioso y pensativo, leyendo, trabajando, evadiéndome. Mirar para tu rincón y saber que estabas pero que yo no podía llegarte, saber que estabas me reconfortaba.
Me pregunto qué harás en Buenos Aires. No espero una respuesta, no te asustes. Simplemente me pregunto qué harás ahora, en vez de caminar por la peatonal, en vez de mirar la Catedral, en vez de ir los domingos al Palacio San José a ver los cuadros de Blanes.
Me falta en este pueblo tu sentido del humor. Ya casi formo parte de la ciudad, ya me acostumbré a ir con el mate a todas partes, gané una especie de identidad entrerriana, perdí por completo mi identidad porteña. El tiempo no pasa en vano, decías siempre. Ahora, cuando veo a la gente tomando mate frente al paredón de la cancha de El Lobo ya no me da risa, como nos daba. Ahora lo acepto, como te aceptaba silencioso y lejano, como acepté que te fueras, como acepto que no estás en ninguna parte y que yo, a pesar del esfuerzo ciego que hago para convencerme de que no es cierto, te sigo viendo en cada esquina de esta ciudad calurosa y húmeda, te sigo oyendo cada siesta en el canto hartante y monótono de las chicharras, sigo pensando en vos y te quiero tener en casa, aunque sea como a un mueble, aunque sea como a ese viejo y húmedo mueble que teníamos en el comedor y que tuve que tirar cuando te fuiste porque eras vos, vos enfermo y triste, vos viejo y desvencijado.
Y ahora, enfrentar la realidad otra vez. Como cada vez que te escribo, reprochándote tu ausencia. Y al final, ya sé, no tengo ni siquiera una dirección para mandarte esta carta. ¿Un hospital? ¿Un cementerio? Tal vez tenías razón, papá, y fui yo la que te abandonó. Tal vez tendría que haber ido con vos entonces para saber dónde estás ahora. Pero es tarde, muy tarde para reproches.
Me gustaron mucho ambas cartas, por eso las declaré ganadoras y las dos tendrán su premio. La demora en anunciar los premios hasta este momento se debe a que quería que cada ganador tuviera algo afín a sus gustos y útil para sus colecciones.
Hecha esta aclaración, vayamos a lo que importa. La primera carta fue enviada por la lectora MariaCe, y como premio recibirá la estampilla que ilustra la misma, y un gatito chino que mueve la mano para su colección de gatitos que mueven la mano.
La segunda carta es de la lectora rs y se ha hecho acreedora a las estampillas que ilustran su carta, y a las monedas del bicentenario que salieron este año con diversos paisajes de la Argentina. Mitad porque confesó coleccionar o haber coleccionado monedas, y mitad porque en su mensaje dijo "No tengo plata, sinior, no tengo plata" para conmoverme y lograr la extensión del plazo límite, lo que logró.
4 comentarios:
Pero no te va a servir, este gatito es real, no imaginario!!!
Hey, felicitaciones, son preciosas estas cartas, me conmovieron realmente. Con respecto al gato que mueve la pata si no lo quieren yo lo adopto, le haré un rincón junto a los otros gatos que rondan mi casa.
Jamás, Daniel. Acá siempre hay espacio para un gato más. Sobre todo si no necesita alimento ni piedritas ni vacunas.
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